martes, enero 01, 1985

Entrevista a Marta Oyhanarte

1985. Marta Oyhanarte de Sivak en Tiempo Nuevo.

Una historia de horror y amor.




1985 fue un año de notable relevancia para el país. Uno de esos períodos bisagra en los cuales el corto plazo decide el destino final de un pueblo. Esa incipiente democracia que acunamos, protegimos y alimentamos empezó a evolucionar hasta volverse fuerte en sí misma. Tanto, que las Juntas Militares pudieron ser juzgadas en juicio oral y público.

En 1985, en medio de los padecimientos relacionados con el problema económico y el flagelo de la inflación, se instaló entre las noticias cotidianas una historia de amor.

El martes 17 de septiembre las autoridades del San Vicente de Paul de La Plata, el colegio en donde había pasado la mayor parte de mi infancia, habían preparado una pequeña ceremonia en mi honor. Antes de que saliera del estudio me pasaron una llamada telefónica, era un señor de apellido Goyret, en cuanto me dijo que hablaba de parte de Marta Oyhanarte, lo asocié inmediatamente con el caso Sivak. En 1979 el empresario Osvaldo Sivak había sido secuestrado por un grupo de ex policías, quienes luego de cobrar el rescate lo habían dejado en libertad. El 29 de julio de 1985 había sido secuestrado nuevamente y aun se desconocía su paradero.

El Sr. Goyret me dijo:
–Acabo de escuchar su programa y me enteré que hoy va a estar el ministro Tróccoli en Tiempo Nuevo, por eso nosotros quisiéramos entrevistarnos con usted antes de esta noche.
–Lamentablemente voy a estar todo el día afuera, tengo que cumplir con un compromiso en La Plata y llego directamente para hacer el programa. Lo único que puedo ofrecerles es recibirlos ahora mismo en mi casa.
–Muy bien, perfecto.

Julio Goyret y Marta Oyhanarte llegaron a casa solamente un par de minutos después que yo. Los saludé, lamenté no tener demasiado tiempo para atenderlos y le manifesté a Marta mi total solidaridad. Desde el principio me impresionó su mirada. Era una mujer muy flaca, de aspecto frágil y voz suave, pero esa forma de hablar... sus palabras... demostraban cierta convicción y una profunda fortaleza.

–Marta, dígame cómo la puedo ayudar. Dígame qué quiere que haga o diga, ¿quiere venir esta noche al programa?

Me contestó que por el momento no le parecía conveniente. Me explicó que los secuestradores habían exigido reserva y que, aunque el caso se hubiera vuelto público, todavía tenía miedo de que tomaran alguna represalia si aparecía personalmente en un programa como Tiempo Nuevo. Me habló de su cuatro hijitas y de la importancia que podía tener para la sociedad en su conjunto la resolución de un episodio como éste.
–Entonces, ¿cómo la ayudo?
–¿Qué le parece si esta noche lee una breve semblanza sobre Osvaldo?
–Lo que usted quiera –le contesté–. ¿Por qué no me acercan algo por escrito?
Los dos estuvieron de acuerdo y convinimos que alrededor de las seis de la tarde me acercarían el texto que leería esa noche en Tiempo Nuevo.

A los cinco minutos partí para La Plata. En todo el viaje no dejé de pensar un minuto en esa familia destruida. En La Plata me dio la impresión de que la ciudad entera se había preparado para homenajearme. Cumplí con el recorrido pautado, recibí regalos y afecto, agradecí, improvisé algunas palabras..., pero en realidad no estaba ahí. Casi todos mis gestos eran producto de la inercia y me sentía mal porque realmente estaba agradecido, pero como no podía evitarlo decidí que lo mejor era partir lo antes posible. Me despedí prometiendo volver con más tiempo.

Emprendimos el regreso y yo respiré aliviado, por fin podía concentrarme en lo que me preocupaba. Cuando estábamos por llegar un impulso irrefrenable me llevó a visitar a Marta. Necesité repetir que quería ayudarla y ella me reconfirmó que me haría llegar esa semblanza de la que habíamos hablado, junto con algunas fotos de Osvaldo.

Esa noche en Tiempo Nuevo el entonces ministro del Interior Antonio Tróccoli respondió imperturbable, deslindando responsabilidades sobre la investigación del caso Sivak. En un momento dado, mientras la cámara mostraba las fotos, leí aquella página mecanografiada por Marta.

Media hora después del programa Marta Sivak me llamó para agradecerme y pedirme que siguiera mencionado el caso.
–No se preocupe, lo voy a seguir haciendo –le contesté–, pero usted prométame que se va a comunicar conmigo se necesita algo más.


Marta Oyhanarte en Tiempo Nuevo

Durante varias semanas seguí de cerca el sufrimiento de Marta Sivak, cada tanto hablábamos por teléfono pero las novedades eran escasas. Finalmente en el mes de octubre ella decidió que ya había esperado lo suficiente, y que su aparición en Tiempo Nuevo podría servir para crear una conciencia social que presionara para acelerar la investigación.

Marta concurrió por primera vez al programa el martes 8 de octubre de 1985. Esa noche en Tiempo Nuevo Marta demostró nuevamente su temple. Formulé la primera pregunta absolutamente convencido de que la respuesta nos llevaría al punto central del problema:
–¿Usted cree que le van a devolver a su marido?
–Mire, Neustadt, si no pensara eso no estaría acá. Usted sabe que yo no vine a exhibirme. Osvaldo fue secuestrado hace ya más de dos meses y hace aproximadamente un mes y medio que no tenemos noticias de él ni de sus captores.
–Perdone que le pregunte esto –dije mientras miraba a Marta a los ojos–, ¿ustedes pagaron el rescate?–Nosotros cumplimos con las condiciones impuestas por los secuestradores y Osvaldo no ha sido liberado. No hemos recibido ningún tipo de información sobre cómo está, cómo se encuentra. Es decir, no ha habido el más mínimo gesto de humanidad.
–¿Cómo se desempeñó la policía en todo esto? –preguntó Mariano Grondona.
–Nosotros hicimos la denuncia apenas se produjo el secuestro y la policía comenzó su investigación, peor yo creo que su labor es insuficiente. Me parece que durante los largos y oscuros años de dictadura dejamos de sentir la vida del otro como vida propia. Creo que tenemos que volver a andar ese camino y sentir que una muerte, una sola muerte ajena, es un poco la muerte de todos.

Cuando Marta terminó de decir esto Mariano volvió a preguntar:
–¿Señora, usted no se siente acompañada, apoyada?
–Sí, y es importante que yo exprese lo que me ha servido la solidaridad. Esa solidaridad que se manifiesta en la compañía de los amigos, en las solicitadas, en las cartas, en los llamados telefónicos, en la mano querida que me dice: "No te caigas, seguí. Estoy con vos".
–Por un lado –acotó Mariano–, la crueldad; por el otro, la solidaridad. Son los dos aspectos de la naturaleza humana, ¿no?
–Yo no estoy de acuerdo –dije entonces–. A pesar de los testimonios que usted recibe, Marta, creo que esta sociedad todavía es indiferente.
–Bueno, por supuesto que la solidaridad de los amigos y conocidos no es suficiente –contestó ella–. Estos hechos aberrantes ocurren porque nuestra sociedad está enferma. Y todos debemos contribuir a su curación, porque en este momento nadie está exento de ser víctima de un secuestro. Ayer les tocó a otras familias, hoy nos toca a nosotros y seguramente mañana les tocará a otros.

Hacia el final del bloque Marta relató brevemente las circunstancias del secuestro anterior, y para terminar dijo a la cámara empecinada en su primer plano:
–Estoy absolutamente convencida de que no existe la maldad absoluta. Creo que aun en los seres que aparecen como más despiadados ante los ojos de sus semejantes, hay una semillita de bondad esperando las condiciones propicias para germinar. –Respiró profundo y continuó: –Por eso, porque estoy convencida de que en los captores existe esto, me dirijo a esa parte de ellos, y en nombre de mis hijas, de nuestras cuatro hijas, de las suyas que seguramente las tienen, en nombre del amor, en nombre de la vida... les pido: ¡liberen a Osvaldo!

Los primeros días de noviembre de 1987 fueron hallados los restos del empresario Osvaldo Sivak. Esto puso fin a la incesante búsqueda de esa mujer íntegra y valiente, que movió cielo y tierra para encontrar a su marido. El 5 de noviembre de 1987 los verdaderos responsables del secuestro y posterior asesinato de Osvaldo Sivak fueron detenidos, todos ellos miembros o ex miembros de la Policía Federal.


Juan Angel Pirker

A partir de este episodio se produjo una depuración importante dentro de la policía. El proceso se inició con la asunción de Juan Angel Pirker como jefe de la Policía Federal y se extendió hacia los cuadros inferiores gracias a su decisión.

Con Pirker volvimos al vigilante de la esquina, al policía confiable, creíble. Era abierto, no tenía miedo de confrontar ideas públicamente. El periodismo encontró en él a un funcionario amable, siempre bien predispuesto. Atendía e informaba todo a todos. "El que se equivocó o no se enteró es porque no me llamó", reprochaba con frecuencia.

Recuerdo una anécdota que lo pinta de cuerpo entero. Una mañana en la radio, le pedí a uno de los miembros de mi equipo de producción que me comunicara con Pirker. Cuando conseguimos ponerlo al aire, el ruido de la línea era tan insoportable que no logramos intercambiar una palabra.

–Comisario, vamos a llamarlo nuevamente porque así no tiene sentido, ¿le parece? –le dije.

Cortamos. Mientras trataban de restablecer la comunicación me dediqué al resto de los temas, cada tanto volvía sobre el llamado fallido.

–¿Tienen a Pirker? –le preguntaba al equipo de producción–. ¿Y? ¿Lo consiguieron?

La respuesta era siempre la misma: imposible. Me indigné y como de costumbre empecé a despotricar contra Entel. Me quejé de los teléfonos, lamenté no poder cumplir eficientemente con mi trabajo, y de repente... sucedió lo imprevisto.
–Bernardo, está Pirker –me dijo uno de los chicos de producción.
–¡Y qué esperás! –contesté con mi habitual impaciencia–. ¡Pasámelo!
–No, Bernardo, el comisario está acá. Como no conseguimos llamarlo se acercó personalmente a la radio.

Unos años más tarde, en febrero de 1989, me enteré de una noticia que me conmocionó: Juan Angel Pirker, a los cincuenta y cuatro años, acababa de morir. Supuestamente había sufrido un ataque cardíaco. Había nacido el 24 de julio de 1934 y vivió siempre en el mismo lugar, en el barrio del Flores. Durante sus últimos días vivía y dormía en el Departamento Central de la Policía, no tenía tiempo ni para volver a su casa.

La noche de su velorio alguien se acercó y me dijo:
–A usted lo quería y lo respetaba mucho. No sabe cuántas veces lo defendió en el Ministerio de Defensa y en la Presidencia.
–Agradezco que me lo diga –contesté–, frente a tanto funcionario que no funciona, que el mejor de ellos, el más eficiente, me haya defendido, me hace feliz, me honra.


Video: Marta Oyhanarte en Tiempo Nuevo, 1985.
Fuente: Bernardo Neustadt, 60 años de Periodismo. Editado por la Fundación Bernardo Neustadt.Autores: Analía Sivak Oyhanarte y Lucas Lanza. Buenos Aires, 1999.